“María llegó a mi vida a los 11 años, pero la olvidé poco después. Luego, estuvo presente en un momento de inflexión en mi vida a los 24 años. Pero volví a dejarla ir. El trabajo, las actividades sociales, el estudio... Todo era más urgente que conectar con ella y la relación se enfrió.
Pero mi mundo tocó fondo cuando hace 2 años a más de mil kilómetros, recibo una llamada. Era mi marido, anunciándome que mi hijo estaba grave. Éste había sido mi segundo embarazo y por ende, que hubiera llegado a término era una victoria. Pero al año de vida, se extinguió.
El vuelo de vuelta a casa lo hice cerrando los ojos, entre llanto y oración. Como era de esperar, recurrí a una fiel amiga, la Mater. Ella estaría ahí para acompañarme durante el viaje al aeropuerto, durante el vuelo y al regalarme la compañía de una incondicional amiga.
Llegué una madrugada fría a mi ciudad y me condujeron urgente hasta el hospital. Mi hijo esperaba en la UCI, conectado al respirador. Le dije; ‘Hijo, volá alto. Te amo hasta el infinito. Nos vemos cuando el Padre lo disponga’. Imaginé que la Mater le cantaba y que los ángeles se lo llevaban.
Luego, como sucedió con Ella, me entregaron a mi hijo en una sábana. Le destapé el rostro y sentí que estaba debajo de la cruz. A continuación, descendí del piso de la UCI hasta el subsuelo para llevarlo a su descanso final y sólo pensé, ‘Dios mío porqué me has abandonado’.
Ahí la volví a imaginar. Bajé la cabeza y respiré profundo. Ella lo había hecho antes, podía contar con sus palabras como ungüento. Del día del entierro vale recordar que fuimos a misa. Mi marido y yo le pedimos a la Mater que no nos soltara de la mano. Y ella como Madre y Reina lo cumplió. Dos meses después, me embaracé por tercera vez. Nos unimos como matrimonio a la rama de familias de Shoenstatt y empezamos a caminar de la mano de otras familias del Movimiento. El tiempo pasó y se cumplieron los 9 meses de embarazo. A diferencia de los anteriores, no hubo reposo ni riesgos.
Ella estuvo al pie de mi cama en el hospital y Benja nació entre oraciones. Desde entonces, lo suelo repetir: antes era católica por tradición y ahora con Ella, lo soy por convicción. Benja fue consagrado a la Mater, es un niño sanísimo y sumamente cariñoso.
La Coronación mundial llegó a casa en un momento de mayor compromiso con la Mater. Mi marido, confeccionó la corona con pulseras que tenía y la recibimos rezando el rosario con Benja. Haber escuchado cómo la veneran me abrió los ojos. ¡Cuán querida es María! Días antes de la Coronación empezamos a recibir regalos en nuestra familia. Más cariño en el trato, más templanza para atravesar los desafíos laborales y mayor confianza en que todo estará bien. Como legado de la Coronación, emprendimos el proyecto de rezar el rosario todas las noches hasta día de hoy y vemos como desde el rezo del rosario Ella como Madre y Reina conduce nuestro día.
¡Gracias Mater por permitirme sentir lo que vos sentiste y poder en algo, aunque sea pequeño, parecerme a vos! Cuando pienso en el cielo, imagino que allí estás con mi hijo, desde donde esperás que dé fe de tu amor y de tu esperanza. Te quiero Mater. “